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sábado, 12 de diciembre de 2020

LAS PRIMERAS VACACIONES DE MI VIDA

 Generalmente, las primeras vacaciones de nuestra vida suelen marcarte por el resto de la existencia. Ya sea por lo bueno, como así también, por lo malo. Y si vives con una familia que se comporta como clan, o manada, dichas experiencias se convierten en acciones colectivas, en las cuales, tras lo sucesos se terminan recordando una y otra vez, a lo largo de la vida, y te marcan por siempre, y no positivamente. Porque siempre en las "reuniones de familia", terminan recordando lo malo que le sucedió al otro. Como ese morbo que suele causar, no se si satisfacción, o que, pero que cuando se reunen todos y tienen ganas de divertirse, empiezan a tirarte el cuero cual curtiembre.

Mi familia era toda de inmigrantes portugueses, en particular mi familia paterna. Empezaron llegando a la Argentina en la decada del 30, pero la ultima ola, llegaron por patota entre 1950 a 1956, ya que en su país en aquel momento no tenían luz donde vivían, trabajaban haciendo trabajos de granja, o en grandes cosechas de alcornoque -los borrachos saben que de ahí se extrae el cocho-, y solo sobrevivían en base a las aceitunas (como fruto, sin aceite como las venden aqui). Tenían una burra para transportar sus cosas, y, criaban gallinas para comercializar los huevos. No los comían, a no ser que alguno fingía sentirse mal (y yo conozco uno). Y no se quieran imaginar como comprobaban si la gallina iba a tener huevos, ya que seria muy engorroso de contar (aunque sin duda no deja de ser muy chistoso)

Entre mitad de los años 60 hasta 1974, todos los años visitaban el Tigre, su lugar en el mundo, porque cabe aclarar, no les daba el presupuesto para otra cosa. Entonces iban, sacaban fotos del "cuadro de honor" (igual que muchos hacen hoy para facebook o instagram), como no tenían mucho dinero que digamos como para el traje de baño, las fotos certifican que se sacaban fotos en auténticos "Eyelit" de la época. Por lo menos si hoy suben algo asi a las redes pondrían me gusta, o me divierte, y no faltarían los comentarios de los más ocurrentes. Pero a esas visitas al Delta debemos destacar que iban padres, madres, abuelos, hermanos, tíos, primos, novias, algún amigo íntimo, pero nadie se separaba de nadie, y lo que hacía uno, lo debían hacer todos, "ya que para eso era una familia". Y aquel que no seguía ese extraño ritual, era defenestrado en las reuniones familiares por años. Sin embargo, esas visitas rituales se cortaron en 1974, cuando ocurrió la catástrofe. Mis ojos registraron ese momento, cuando una tía caía al río, y no tuvo mejor ocurrencia que agarrarse de su cuñadita, muy joven y flaquita, y se cayeron payasescamente al agua. Lo cual resultó una mala experiencia para todos, aunque no pasó más que el chapuzón, nadie sabía nadar, y juraron nunca más volver. Se de buena fuente que alguno volvió pero por separado. Yo volví en 2019, cuarenta y cinco años más tarde. Y aún pienso volver unas cuantas veces más.

Llegamos al año 1978. Mi viejo tenía un cargo ejecutivo en una metalúrgica justo enfrente del Hospital Estévez. Logró el sueño americano de tener un coche. El año anterior la empresa le asignó un Fiat 600, que como nunca llegó a mi casa -porque estaba fundido-, le asignaron otro de la misma marca en la misma semana. Modelo 65, ya tenía las puertas hacia atras, ya que los modelos anteriores las puertas abrian hacía adelante. Pero ese auto lo tuvo pocos meses ya que luego llegaría a casa un Peugeot 404, modelo 1967, importado de Francia (un auto que primero se importó de Europa, luego pasó por diversas automotrices que lo fabricaron en el país, con algunas variantes, como palanca al piso o al volante, techo corredizo o techo completo, y hasta la versión diesel, hasta su discontinuación en los albores de los ochenta. Entonces consideró que ya estabamos listos para la aventura, y proyectó unas vacaciones "en el mar".

Para ello alquiló un departamento en un edificio ubicado en la Avenida III, esquina Calle 13, a tres cuadras de la costa en San Clemente del Tuyú. Pero fiel a sus enseñanzas del clan, no podía ir con sus hijos y su esposa solamente. Se tuvo que cargar a su madre, su hermana y su abuelo. Los demás, no pudieron ir (por suerte). Para eso, un dia antes del viaje, fueron a buscar a la parentela a la estación de Marmol, en el tren que venía de Haedo (y que hoy es solo un recuerdo), se venían a dormir en casa, y luego saldríamos muy temprano a la vieja Ruta 2, en esa aventura que seguro, iba a reparar aquel duro momento vivido en el Tigre, evento del que nadie se acordaba, salvo yo, por supuesto.

Siete personas dentro de un 404, la suerte es como tenía palanca de cambios al volante, el asiento delantero era doble, entonces iban tres personas adelante, y el resto atrás. Había cinturones de seguridad adelante, que nadie usaba. Las balizas reglamentarias eran a Kerosene (tiempo más tarde llegaron los triangulitos fosforenscentes), y antes de salir mi viejo compró cubiertas "recauchutadas", asi le decían a las cubiertas "dibujadas", y también le hizo alineación y balanceo al viejo auto. El auto tenía escape libre, por lo cual hacía rugir el motor, características de los primeros modelos de esa marca, y mi bisabuelo, desde el asiento trasero, se iba incorporando cada vez que observaba el velocímetro superar los 100 kilómetros. Aunque después de varios años de vacaciones, se fue acostumbrando. O resignando.

El equipaje de esas vacaciones era todo un tema. Mi abuela y mi bisabuelo llevaron tremendas valijas, como si fueran a la guerra y no de vacaciones. No se si todo llegó a entrar en el baúl, ya que tambien había otras personas que iban en ese viaje. Y sobre el portaequipajes iba la caña de pescar (que mi viejo compró con mucha devoción, pero que jamás pudo ver un pescado ni en fotos, y la sombrilla, que comparada con las de ahora, era un tremendo mamotreto. Y seis horas más tarde llegamos a la costa.

La estadía en San Clemente era de 15 días. En aquel momento era un lugar con pocos asfaltos, pero muchos calles de arena, los que hacía placentero el andar, ya que si llovía el agua escurria casi al instante. Lo malo como digo, es ir con semejante patota, que aprovecharán tus errores para escrachártelos por varias décadas. Pero a pesar de todo, algunas cosas que pasaron no dejaron de ser graciosas.

Todo comienza en esas caminatas las tres cuadras hasta llegar "al mar". Lonas, la sombrilla, el Sapolán Ferrini, que te ponían para no quemarte del sol y con el viento de la playa te llenaba el cuerpo de arena, conviertiéndote en una milanesa humana. Luego de la ducha, descubrias como bajo esa extraña mezcla tu piel se caía a pedazos y te llagabas. Pero no había que dejar de ir a la playa porque iban todos! Quiénes todos? El clan, por supuesto. Pero no era el único perjudicado. Mi vieja llegaba a la playa, miraba el mar, y se mareaba. Mi tia, a veces debía oficiar de niñera de mi hermano menor. Ella tenía 14 años, pero, obviamente, tenía su cuerpo desarrollado y parecía mas adulta, y mi hermano menos de 3. A eso, a veces se enojaba con mi hermano, lo reprendía, y el le decía, "Pero no, mami!", y en más de una ocasión, el bañero, o los vigilantes en la calle principal le decían "Señora, fijese más en su hijo!", lo cual, la enfurecía sobremanera. La uníca que disfrutaba era mi abuela, que se tiraba entre las olas, salía, se chupaba los dedos y decía "esta salada!".

En uno de los primeros paseos, desde el departamento y hacía la playa, y viceversa, uno de los familiares más especializados en chismes familiares que en otras cosas se cruza con una chica rubia, muy bonita, que parecía conocerla de alguna parte. Pero del barrió? Nono. Siendo esto un tema de debate en las cenas, ya que se parecía a alguien de la televisión, pero mirá vos que pueda vivir justo a la vuelta del departamento! Además, no cerraba que fuera ella, porque faltaba algo más...como que? Nadíe entendía. Recuerden que la tele era blanco y negro, y más que nada la veían los chicos. Y los chicos si sabíamos de quien se trataba. Solo que nadie nos daba pelota, mientras ellos explayaban sus teorías más delirantes. Días más tarde, explotó la sobremesa familiar. Alguien más tuvo otro encuentro cercano. Otra vez la misma chica, pero en este caso, al lado de otra igual. Nono! Son gemelas! Se parecen a unas que están en la televisión! Pero no...porque en la television no son dos! Entonces son chicas que se parecen, pero no son! El dilema que llevó varias sobremesas se dilucida la tarde que salimos por la calle principal, y que aparecieron tres chicas iguales, ni una ni dos...TRES! Entonces mi abuela, que ya era sorda, y veía de un solo ojo grita: "Son Las Trillizas de Oro!". Y jamás, juro que se volvió a hablar de ese tema.

En San Clemente había un solo cine. A metros de la costa. Y en los cines de las ciudades balnearias, o turísticas, no había muchos estrenos, generalmente pasan títulos ya pasados  a veces de varios años atrás, pero justo para esa noche había un estreno, y nos atrevimos a ir...casi todos, menos mi abuela y el bisabuelo que se fueron a dormir temprano. Una película que recuerdo vagamente, una tal "Star Wars", creo que no tuvo ningún exito.

Después visitamos un lugar nuevo, recientemente inaugurado llamado "Mundo Marino", donde prometían muchos espectaculos con delfines, pero que en aquel momento la gente pagaba para sentarse en las gradas para esperar que los delfines llegaran algunos años más tarde. Recuerdo que luego de pagar entrada la gente cruzaba por un gran puente bastante delgado y debajo podía verse las cangrejeras. Momento donde mi vieja le agarró ataques de mareo y de vertigo, quedando pegada a la varanda, y despegada por mi papá, luego de que regresaramos para salir. Epocas donde las fobias existían, no había terapia, y que en reuniones de "clanes" eran vista como brutalidad del otro. Y desde luego, las bestias y brutos eran los que opinaban a mansalva. Como que la otra persona les arruinaba el paseo. Y no existía la empatía.

Y llega el momento donde toda la familia participó,y no eran las cenas, ni los almuerzos, ni la playa, ni las caminatas en la calle pincipal...sino una cuestión podríamos decir algo divertida, según desde donde se mire, ni más ni menos que el Circo de Firulete y Cañito, con la participación de Remolacha, el recordado payaso de "Patolandia", ciclo infantil de Rafael "Pato" Carret. En medio de un espectáculo cirquense donde, la gente se asombraba de ver un espectaculo de televisión, en un lugar muy chico (ya a esa altura en mi familia se habían curado de espanto con el "incidente" con las Trillizas de Oro, y se prendieron todos a ver el espectáculos...los siete! Porque el Payaso Firulete era de Haedo, y mi abuela vivía allá, eran algo asi como vecinos. Llega el "concurso de baile". Y yo recuerdo que levanté la mano antes que pidieran voluntarios. Para colmo de baile yo no sabía nada, pero conocía a todos los payasos de la tele, los veia siempre. Y me terminan eligiendo para bailar "la tarantela". Lo cual termino bailando, con otra niña participante, ni recuerdo su nombre, y si la he visto otra vez no me acuerdo, y ambos recibimos un premio. En realidad, todos los participantes ganaron algo. A ella le tocó una foto de Firulete (lo cual era una cosa importante, en aquel momento Firulete y Cañito eran verdaderas celebridades para el público infantil). Y a mi me tocó la naríz de payaso. Algo que luego me persiguiera por el resto de mi vida. Por suerte el clan dejó pasar eso, para ellos fue un orgullo que me subiera al mismo escenario con los payasos. Lo que fue comentarios por varias décadas fue lo mal que bailaba. Y lo peor que tenian razón!

Y si algo podía faltar, fue aquella noche donde todos nos legantamos sobresaltados, y salimos a las ventanas y los balcones a la calle. Que era una extraña procesión, toda la gente rezando el rosario con altoparlante, farolitos de todos los colores, y mi abuela a los gritos pidiendole al cura una estampita, colgada de la ventana, sin darse cuenta que estaba en un tercer piso. Cosas raras que sucedieron en esas vacaciones, por si no hubieran habido rarezas.

Al año siguiente volvimos a esta localidad balnearia, los mismos siete, al mismo departamento de la Avenida III, pero nada volvió a ser igual. No estaban las trillizas -que se las llevó Julio Iglesias-, ni los payasos, que estarían en otra localidad, ni el Robot Arturito de la Guerra de las Galaxias. Pero las experiencias vividas ese verano fueron inolvidables, e irrepetibles...POR SUERTE!

Espero que les haya gustado esta historia...


 




lunes, 28 de septiembre de 2020

EL CAMPAMENTO DEL HORROR

La historia comienza en 1982, cuando cursaba séptimo grado. Tal cual sucede en los casos cuando los niños cursan su último año de escuela primaria, se acostumbraba hacer, en aquella época, un viaje de egresados de camping a Tandil. Ciudad que no conocí hasta hace unos pocos años y de la cual me enamoré, tanto de su gente como del lugar en si. Pero en aquel entonces me decían "Tandil" y no existía Google para poder consultar de que se trataba. El tema era que nuestro séptimo, era un grupo muy "especial", lease revoltoso, a punto tal que ningún profesor ni ningún adulto mayor responsable se quería hacer cargo de ir con el grupo, aunque convengamos, todos estaban de acuerdo con que nos fueramos, cuanto más lejos, mejor. Pero no teníamos quien nos acompañara. Razón por la cual, se canceló lo del viaje de egresados.

Al tiempo de la cancelación, se dieron cuenta que no eramos tan malos como para quedarnos sin ese campamento. Es por eso que a alguien del colegio se le ocurrió que enfrente al mismo existía un campo de deportes, Parroquia Santisima Trinidad incluída, lo equivalente a un parque de diversiones, o lo más parecido, a quienes conocimos ese lugar, a un tren fantasma. Pero era la oportunidad de juntar a los tres septimos grados del colegio -una carpa para cada división-, y muchos estuvieron de acuerdo para "el gran campamento de egresados".

El campamento comenzaba a las seis de la tarde, una hora despues que el turno tarde se iba del colegio, quedaba todo en aparente animación suspendida, un día viernes, y se suponía, duraría hasta las 10 de la mañana del día sabado. Solo una noche en la que los elegidos podíamos ir y afirmar que habiamos tenido un viaje de egresados. O al menos un camping.

Comenzó esa "mágica tarde", donde se juntaron muchos de los tres séptimos -los dos del turno mañana y el del turno tarde-, se habían armado tres carpas, dos grandes y una más pequeña, ya que los del septimo de la tarde no fueron muchos, imagínense que terminaban el turno a las cinco y una hora despues tenían que volver al colegio. Igual, muchos decidieron no ir, ya que era como estar en el colegio como cualquier día -o noche-, y por eso se armaron las carpas por el número de chicos que se anotaron para la gran experiencia.

Las carpas se armaron al lado de los que muchos llamaban "el rancho", un lugar famoso porque se guardaban las bicicletas de los alumnos, bajo candado, y luego al abrirse muchas habían desaparecido. Lo más cercano al triángulo de las bermudas. Pero por lo que se, muchos eran los sucesos paranormales de los que se escuchaban en dicho lugar. Desde el ahorcado en una de las torres de la iglesia, a un misterioso tunel de unas quince cuadras de largo que unía la Santísima Trinidad con un convento de monjas. Algo que muchos dicen que fue verdad, pero que sería inverosímil, ya que ni El Chapo cavó tanto para escaparse del presidio. Si al menos hubiesen hecho bajo tierra una línea de subterráneos, hubiese sido la única ciudad del conurbano en tenerlo.

A metros del rancho se encontraba el polideportivo. Algo que no fue terminado y techado hasta treinta años mas tarde, en aquel momento consistía en un playón, en el cual se practicaba fútbol infantíl, handball, basquet, atletismo, con una sola tribuna, que fue construida gracias al esfuerzo de los padres que colaboraron, tanto con su trabajo, como asi tambien con dinero (incluido un letrero en lo alto de Coca Cola, el cual no sabemos como fue a parar alli, ni cuanto ni a quien le pagaron para dicha imposición). A esa obra no le faltaba iluminación, impecables luces amarillas de mercurio que iluminaban más que las de la calle que había en aquel entonces. Allí se iba a concentrar todas las actividades nocturnas, o casi todas.

Como buen colegio de curas, empezó con un picado -tengamos en cuenta que hasta finales de esa decada el colegio no sería mixto-, el cual se culminó a causa de los pelotazos recibidos por las maestras, y hasta el cura que acompañaba. Desde luego, "sin querer".

Una vez culminado el evento deportivo, se pasó a la cena, mientras el sol caía. En mi caso llevé una tortilla de papas hecha por mi mama, entera, tenia miedo a que pasara hambre y también me mando un botellón de dos litros de jugo, varias manzanas, en mi vida hubiera comido tanto en casa. Pero en esas epocas cuando los hijos salían por unas horas de casa, los preparaban como para ir a la guerra. Y con el correr de la noche, todo iba a pasar...o más o menos, parecido.

Tras la cena, que duró un rato, máxime que muchas maestras mangaban más comida que cuando un chico sacaba un paquete de galletitas en el recreo y todos lo pechaban, y lastraban a cuatro manos (incluida la bendición del cura antes de comer), comenzó otro capítulo del gran evento. Comenzaron con el divertido fogón, en donde no faltaron canciones muy estimulates como "Canción para mi muerte", a pesar que en aquel entonces estaban prohibidas, pero que nunca faltaban a pesar de ello.

Tras las divertidas canciones de Sui Generis, que muchos chicos no sabíamos de que se trababan, sigue el fogón donde se dividen en varios grupos para crear canciones y sketches, en este caso muchos dedicados a las maestras y los profesores de educacion fisica que se encontraban en el lugar. En este caso, el cura salió ileso del bombardeo.

Tras estos actos artísticos, o algo así, ya se acercaban la hora de las brujas y los fantasmas, y como el predio tenia varias hectáreas, se decidió hacer una excursión con linternas, a través del campo deportivo y las arboledas. Era un lugar donde había calles internas, en los alrededores a las dos canchas de futbol, existía un vivero, con todo y molino. Una vaca que rumiaba y paseaba durante el día por todos lados, que incluso, cruzaba corriendo en medio de la cancha durante los partidos, inclusive se escapaba a la calle. Un tanque australiano repleto de agua podrida, sapos copulando, y hasta una pareja de flamencos. No me refiero a los que cantan, sino a los pájaros. Ni me pregunten como fueron a parar allí. Y por supuesto, el detalle poco sabído por los chicos, y el lugar más apartado, que era un cementerio para cura y monjas que existe en el lugar. Todo eso de dia era tétrico, imagínense a la medianoche.

Las linternas apuntaban hacia todas partes, parecian reflectores de Hollywood, a pesar que recién en 2000 se filmó una película en el lugar (y justo tuve que filmarla yo). Pero al apuntar a las copas de los árboles, la mayoria eucaliptus gigantes, se observaban murciélagos que nadie se imaginaban, allí habían. Lo que se dice, un detalle a lo Alfred Hitcoch.

Tras ese paseo, que no fue muy lindo que digamos, volvimos al sector de las carpas, todos creían que nos ibamos a dormir, pero ahi comenzaba la guerra, en especial al ingresar a las mismas. Ahí muchos comenzaron a arrojarle cosas a los otros, en plena oscuridad. Cosas no de ellos, sino de otros, que iban manoteando en el medio de las penumbras. Sumado a esto, gritos, golpes, gente que agarraba sanwiches en el aire, y cenaban por segunda vez. Y a todo esto dentro del rancho, las maestras, al son de una guitarra, junto a los profesores de gimnasia y el cura, cantando "Es la vida que me alcanza". Muchos creímos, que había influencias alcoholicas en los canticos de las maestras, pero no lo confirmamos nunca. De todas formas, esos sucesos y los que cuento, ya prescribieron (varias veces, como cuatro), y nadie puede estar imputado de nada.

Tras semejante batahola, los profesores de educación fisica, y el cura, nos sacaron de las carpas, en plena madrugada, y nos pusieron a hacer footing en medio de las canchas de futbol, mejor dicho, alrededor, entre un léxico represivo y/o militar, nos dijeron cosas hermosas, como que si no saliamos de las carpas nos iban a patear las cabeza -un lexico muy adecuado para niños de 12 años-, y tras las corridas alrededor de la cancha, todos nos fuimos a dormir. Salvo los cabecillas que empezaron todo, casi todos los mas grandes, de trece, catorce y quince, a quienes, con un palo en la mano los mandaron a hacer guardia en la puerta del cementerio. Y flor de susto que les agarró!

Sorpresivamente, a las seis de la mañana, los habíamos cansado tanto a todos que decidieron, intespectivamente sacarnos de las carpas, y hacernos volver a nuestros hogares, aún estaba amaneciendo, y mi viejo, que me abrió la puerta, no entendía nada. Yo tampoco.

Mas allá de los resultados de ese camping, el mismo fue reiterado por algunos años consecutivos, ya que era una excusa ideal para no acompañar a nadie en un verdadero camping de egresados. A pesar que, supongo, la experiencia de los campings posteriores no la conocí. Por lo que solo puedo hablar de la experiencia que me tocó. No se si fue mala o buena, pero solo se trató de una experiencia mas y punto.

Espero que les haya gustado esta historia...

miércoles, 12 de junio de 2019

Cuando la ficción se confunde con la realidad

Robert Lasario, alias "Memo el Tatuado"
 Siempre escribo sobre cosas que me han pasado en la vida real. Y de hecho, para la mayoría de los seres vivos, la televisión -hoy devenida a Smart TV-, ya es parte de nuestras vidas. La maravillosa "caja boba" que muchos critican, pero le hace compañía a muchos tantos otros, que suelen suplantar con ella a las visitas de familiares, amigos u otras personas que no ven porque decidieron no llegar a su casa, y el TV ingresa a sus casas, les brinda compañía, y cada programa termina siendo parte de esas familias...y existe mucha gente en dicha situación!
El Detective Horacio Kane -David Carusso-, junto a Memo en una de las memorables escenas de CSI Miami

























Ante todo debo decir que no veo mucha televisión, salvo en horarios de cena, quizá por alguna otra oportunidad especial, y paremos de contar. Desde hace mucho tiempo vivo convencido que la TV pasó su cuarto de hora cuando la banda ancha fue llegando a todos los hogares. Y hasta se puede verificar mucho más rápido su efectividad. Sin embargo, de vez en cuando miro algo. Y sobre eso quería escribir
Generalmente, en el momento donde se desarrollaba esta historia, trabajaba fuera, estaba muchas horas fuera de casa, y como se pueden imaginar, tenia poco tiempo de mirar tele, por ahi alguna serie que empezaba a ver cuando llegaba a casa y que terminaba antes de ir a dormir. Entonces sintonizabamos la señal AXN para latinoamérica, donde estaba de moda la franquicias de series CSI, podías ver Csi Miami, Csi Las Vegas, Csi New York y Csi Cyber. Dentro de esas series, en las cuales mostraban como los criminalistas que investigaban crimenes enganchaban a los culpables hasta por mirar una foto, se destacaba un villano llamado Memo o "el tatuado" -según la traducción latina-, encarnado por Robert Lasario. Un personaje muy buen logrado, el cual metia miedo de solo verlo, un delincuente sin escrúpulos. El mismo personaje había aparecido en episodios de New York, y también en  los de Miami, quiza en donde más apareció, y más se destacó. El mismo también se lo pudo ver en peliculas de duros de Hollywood junto al mexicano Machette, entre otras producciones. Adonde hacía falta un malvado, era un número puesto para los productores de cine.
Uno como televidente, seguidor, en particular de la serie de Miami -que según wikipedia era realizada en Los Angeles-, el tipo llegó a las más grandes tropelías, poniendo los pelos de punta al televidente. Como gente adulta decimos "esto es una ficción", "nada de esto nos puede pasar", "solo se trata de un actor", y todas estas cosas.
Al día siguiente vuelvo al trabajo, me levanto muy temprano, viajo una hora cuarenta en colectivo hasta llegar a la estación de Lanús, cruzo la gran Avenida Hipolito Yrigoyen, paso por la vereda del Bingo, donde justo a esa hora salía el personal junto a los ultimos jugadores, para volver a reabrir una hora más tarde, y comienzo a cruzar una Plaza Belgrano dirigiendome al puente peatonal, y, ante mi asombro, me lo cruzo a Memo "El Tatuado", a esa hora de la mañana, yo aún dormido, sin saber si estaba soñando, o se trataba de una broma, o no se que. Pero en una vida tan rica en anecdotas como la mía, les podré asegurar que todo tiene su razón.
El actor Robert Lasario es argentino, posee un verdadero record de tatuajes en todo su cuerpo, pero además, tenía familia en Lanús, y por eso me encontré frente a frente con un verdadero villano de las series. Esa es la unica explicación a semejante visión...que no era tal!

Espero que les haya gustado mi relato de hoy....