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lunes, 28 de septiembre de 2020

EL CAMPAMENTO DEL HORROR

La historia comienza en 1982, cuando cursaba séptimo grado. Tal cual sucede en los casos cuando los niños cursan su último año de escuela primaria, se acostumbraba hacer, en aquella época, un viaje de egresados de camping a Tandil. Ciudad que no conocí hasta hace unos pocos años y de la cual me enamoré, tanto de su gente como del lugar en si. Pero en aquel entonces me decían "Tandil" y no existía Google para poder consultar de que se trataba. El tema era que nuestro séptimo, era un grupo muy "especial", lease revoltoso, a punto tal que ningún profesor ni ningún adulto mayor responsable se quería hacer cargo de ir con el grupo, aunque convengamos, todos estaban de acuerdo con que nos fueramos, cuanto más lejos, mejor. Pero no teníamos quien nos acompañara. Razón por la cual, se canceló lo del viaje de egresados.

Al tiempo de la cancelación, se dieron cuenta que no eramos tan malos como para quedarnos sin ese campamento. Es por eso que a alguien del colegio se le ocurrió que enfrente al mismo existía un campo de deportes, Parroquia Santisima Trinidad incluída, lo equivalente a un parque de diversiones, o lo más parecido, a quienes conocimos ese lugar, a un tren fantasma. Pero era la oportunidad de juntar a los tres septimos grados del colegio -una carpa para cada división-, y muchos estuvieron de acuerdo para "el gran campamento de egresados".

El campamento comenzaba a las seis de la tarde, una hora despues que el turno tarde se iba del colegio, quedaba todo en aparente animación suspendida, un día viernes, y se suponía, duraría hasta las 10 de la mañana del día sabado. Solo una noche en la que los elegidos podíamos ir y afirmar que habiamos tenido un viaje de egresados. O al menos un camping.

Comenzó esa "mágica tarde", donde se juntaron muchos de los tres séptimos -los dos del turno mañana y el del turno tarde-, se habían armado tres carpas, dos grandes y una más pequeña, ya que los del septimo de la tarde no fueron muchos, imagínense que terminaban el turno a las cinco y una hora despues tenían que volver al colegio. Igual, muchos decidieron no ir, ya que era como estar en el colegio como cualquier día -o noche-, y por eso se armaron las carpas por el número de chicos que se anotaron para la gran experiencia.

Las carpas se armaron al lado de los que muchos llamaban "el rancho", un lugar famoso porque se guardaban las bicicletas de los alumnos, bajo candado, y luego al abrirse muchas habían desaparecido. Lo más cercano al triángulo de las bermudas. Pero por lo que se, muchos eran los sucesos paranormales de los que se escuchaban en dicho lugar. Desde el ahorcado en una de las torres de la iglesia, a un misterioso tunel de unas quince cuadras de largo que unía la Santísima Trinidad con un convento de monjas. Algo que muchos dicen que fue verdad, pero que sería inverosímil, ya que ni El Chapo cavó tanto para escaparse del presidio. Si al menos hubiesen hecho bajo tierra una línea de subterráneos, hubiese sido la única ciudad del conurbano en tenerlo.

A metros del rancho se encontraba el polideportivo. Algo que no fue terminado y techado hasta treinta años mas tarde, en aquel momento consistía en un playón, en el cual se practicaba fútbol infantíl, handball, basquet, atletismo, con una sola tribuna, que fue construida gracias al esfuerzo de los padres que colaboraron, tanto con su trabajo, como asi tambien con dinero (incluido un letrero en lo alto de Coca Cola, el cual no sabemos como fue a parar alli, ni cuanto ni a quien le pagaron para dicha imposición). A esa obra no le faltaba iluminación, impecables luces amarillas de mercurio que iluminaban más que las de la calle que había en aquel entonces. Allí se iba a concentrar todas las actividades nocturnas, o casi todas.

Como buen colegio de curas, empezó con un picado -tengamos en cuenta que hasta finales de esa decada el colegio no sería mixto-, el cual se culminó a causa de los pelotazos recibidos por las maestras, y hasta el cura que acompañaba. Desde luego, "sin querer".

Una vez culminado el evento deportivo, se pasó a la cena, mientras el sol caía. En mi caso llevé una tortilla de papas hecha por mi mama, entera, tenia miedo a que pasara hambre y también me mando un botellón de dos litros de jugo, varias manzanas, en mi vida hubiera comido tanto en casa. Pero en esas epocas cuando los hijos salían por unas horas de casa, los preparaban como para ir a la guerra. Y con el correr de la noche, todo iba a pasar...o más o menos, parecido.

Tras la cena, que duró un rato, máxime que muchas maestras mangaban más comida que cuando un chico sacaba un paquete de galletitas en el recreo y todos lo pechaban, y lastraban a cuatro manos (incluida la bendición del cura antes de comer), comenzó otro capítulo del gran evento. Comenzaron con el divertido fogón, en donde no faltaron canciones muy estimulates como "Canción para mi muerte", a pesar que en aquel entonces estaban prohibidas, pero que nunca faltaban a pesar de ello.

Tras las divertidas canciones de Sui Generis, que muchos chicos no sabíamos de que se trababan, sigue el fogón donde se dividen en varios grupos para crear canciones y sketches, en este caso muchos dedicados a las maestras y los profesores de educacion fisica que se encontraban en el lugar. En este caso, el cura salió ileso del bombardeo.

Tras estos actos artísticos, o algo así, ya se acercaban la hora de las brujas y los fantasmas, y como el predio tenia varias hectáreas, se decidió hacer una excursión con linternas, a través del campo deportivo y las arboledas. Era un lugar donde había calles internas, en los alrededores a las dos canchas de futbol, existía un vivero, con todo y molino. Una vaca que rumiaba y paseaba durante el día por todos lados, que incluso, cruzaba corriendo en medio de la cancha durante los partidos, inclusive se escapaba a la calle. Un tanque australiano repleto de agua podrida, sapos copulando, y hasta una pareja de flamencos. No me refiero a los que cantan, sino a los pájaros. Ni me pregunten como fueron a parar allí. Y por supuesto, el detalle poco sabído por los chicos, y el lugar más apartado, que era un cementerio para cura y monjas que existe en el lugar. Todo eso de dia era tétrico, imagínense a la medianoche.

Las linternas apuntaban hacia todas partes, parecian reflectores de Hollywood, a pesar que recién en 2000 se filmó una película en el lugar (y justo tuve que filmarla yo). Pero al apuntar a las copas de los árboles, la mayoria eucaliptus gigantes, se observaban murciélagos que nadie se imaginaban, allí habían. Lo que se dice, un detalle a lo Alfred Hitcoch.

Tras ese paseo, que no fue muy lindo que digamos, volvimos al sector de las carpas, todos creían que nos ibamos a dormir, pero ahi comenzaba la guerra, en especial al ingresar a las mismas. Ahí muchos comenzaron a arrojarle cosas a los otros, en plena oscuridad. Cosas no de ellos, sino de otros, que iban manoteando en el medio de las penumbras. Sumado a esto, gritos, golpes, gente que agarraba sanwiches en el aire, y cenaban por segunda vez. Y a todo esto dentro del rancho, las maestras, al son de una guitarra, junto a los profesores de gimnasia y el cura, cantando "Es la vida que me alcanza". Muchos creímos, que había influencias alcoholicas en los canticos de las maestras, pero no lo confirmamos nunca. De todas formas, esos sucesos y los que cuento, ya prescribieron (varias veces, como cuatro), y nadie puede estar imputado de nada.

Tras semejante batahola, los profesores de educación fisica, y el cura, nos sacaron de las carpas, en plena madrugada, y nos pusieron a hacer footing en medio de las canchas de futbol, mejor dicho, alrededor, entre un léxico represivo y/o militar, nos dijeron cosas hermosas, como que si no saliamos de las carpas nos iban a patear las cabeza -un lexico muy adecuado para niños de 12 años-, y tras las corridas alrededor de la cancha, todos nos fuimos a dormir. Salvo los cabecillas que empezaron todo, casi todos los mas grandes, de trece, catorce y quince, a quienes, con un palo en la mano los mandaron a hacer guardia en la puerta del cementerio. Y flor de susto que les agarró!

Sorpresivamente, a las seis de la mañana, los habíamos cansado tanto a todos que decidieron, intespectivamente sacarnos de las carpas, y hacernos volver a nuestros hogares, aún estaba amaneciendo, y mi viejo, que me abrió la puerta, no entendía nada. Yo tampoco.

Mas allá de los resultados de ese camping, el mismo fue reiterado por algunos años consecutivos, ya que era una excusa ideal para no acompañar a nadie en un verdadero camping de egresados. A pesar que, supongo, la experiencia de los campings posteriores no la conocí. Por lo que solo puedo hablar de la experiencia que me tocó. No se si fue mala o buena, pero solo se trató de una experiencia mas y punto.

Espero que les haya gustado esta historia...

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